El modelado glaciar de la Cordillera Cantábrica es una herencia de diversas etapas frías que han tenido lugar a lo largo del Cuaternario. La última tuvo lugar a finales del Pleistoceno (se extendió, aproximadamente, desde hace 110.000 hasta hace 10.000 años, alcanzando su punto álgido hace unos 50.000-48.000 años). A lo largo de este espacio de tiempo se formaron glaciares en las partes más elevadas de la Cordillera Cantábrica y en muchos de sus valles como resultado de una acumulación de hielo, favorecida por las bajas temperaturas que evitaban su fusión.
Pero hace 13.000-10.000 años las condiciones climáticas dejaron de ser adecuadas para que el hielo persistiera en los valles y en la mayoría de los circos glaciares que alimentaban a los glaciares, y su presencia se limitó a neveros localizados a altitudes relativamente altas y a hielo intersticial contenido entre los fragmentos rocosos que constituyen determinados depósitos de ladera. Estas condiciones en las que el hielo todavía puede acumularse -y como se verá a continuación, ejercer un papel modelador- pero no hasta el punto de posibilitar la formación de glaciares, se denominan «periglaciares». Bajo estas condiciones pueden desarrollarse varios tipos de depósito en cuya dinámica y morfología está muy influenciada por el hielo, como es el caso de los glaciares rocosos y las morrenas de nevero. Ambos tipos de depósito están representados en la ladera oriental del pico Muxivén.
Los glaciares rocosos son depósitos de fragmentos de rocas que en conjunto adoptan una morfología alargada y cuya superficie presenta surcos y crestas, mientras que su frente y sus laterales suelen aparecer bruscamente escarpados. Los fragmentos de roca de estos depósitos proceden de la erosión de las paredes circundantes que, tras su caída, se acumulan en ubicaciones favorables. Bajo condiciones periglaciares un porcentaje importante del volumen de estos depósitos puede ser hielo intersticial (hasta un 30-50%), el cual procedería de las precipitaciones en forma de nieve. El hielo aporta cierta plasticidad al depósito y este, si alcanza un volumen crítico, puede comenzar a desplazarse a favor de la pendiente. Este movimiento es el responsable del aspecto alargado de los glaciares rocosos y de la formación de crestas y surcos en su superficie. En la ladera oriental del pico Muxivén se identifican tres glaciares rocosos, dos enraizados en el circo glaciar meridional y otro en el septentrional, si bien, al igual que el resto de glaciares rocosos de la Cordillera Cantábrica, en la actualidad carecen de hielo intersticial y de movimiento, por lo que se los considera «relictos».
Las morrenas de nevero son depósitos alargados y arqueados que se sitúan en la parte inferior de lugares proclives a la formación de neveros. Una de las propuestas sobre su origen señala que son depósitos de fragmentos de rocas que, al caer sobre un nevero, resbalan y se acumulan al alcanzar su límite inferior. Este tipo de depósitos también están presentes en el interior de los circos de la ladera oriental del Muxivén.
Por último, cabe destacar que tras la remisión de las condiciones periglaciares y la consiguiente fusión del hielo contenido en ambos tipos de depósito, algunas partes de estos se desestabilizaron, lo que favoreció la acción de los procesos modeladores de tipo gravitacional (como atestiguan, por ejemplo, los flujos que afectan a sus frentes).



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- Rodríguez García, A., Suárez Rodríguez, Á. y Alonso, V. (2018). Geomorfología glaciar y periglaciar en el valle de Lumajo (Cordillera Cantábrica). GeoLaciana 2018. Aula Geológica Robles de Laciana. Páginas: 29-34.
- Suárez Rodríguez, Á. y Rodríguez García, A. (2017). Geomorfología del sector oriental de Laciana. Procesos que modelan y transforman la superficie terrestre. GeoLaciana 2017. Aula Geológica Robles de Laciana. Páginas: 25-36.